HOSPITALIZACIÓN. Todo tiene una razón.


Desde que tuve el bajón el pasado verano, todo ha sido un continuo movimiento de emociones, todas ellas, aunque muy intensas, reveladoras, liberadoras... Con el descubrimiento de la gran fortaleza que un ser humano puede llegar a tener en los momentos difíciles, con la confianza de la importancia de escuchar tu corazón, a tu alma hoy aún turbada por las cosas que la vida me pone delante. Siempre he sido una obesa emocional, he sentido que mis emociones ocupan mucho más espacio dentro de este pequeñito y fuerte cuerpo que dispongo. Aunque en ocasiones parece que vayan por separado, en estos momentos está claro que uno empuja y motiva al otro. Mente, cuerpo y emoción son un todo que se interrelacionan entre sí. La cuestión es encontrar el equilibrio y la armonía, y es ahí donde la vida te pone diversas experiencias como oportunidades de crecimiento. Escuchando diversos vídeos de Louise Hay cada vez estoy más convencida que lo que venga será lo mejor que puede pasar. Yo no creo que estar en lucha continua sea la solución en la búsqueda de la tranquilidad y la armonía, más pienso que si aprendemos a confiar en nosotros, en la vida, las cosas las llevaremos mucho mejor, sea cual sea el desenlace. La aceptación, que no la resignación, nos ayudará a vivir mejor el presente y con ello, ser más conscientes y más felices. 
He pasado 5 días ingresada en el hospital Clínico por una suboclusión intestinal que me provocaba dolor y vómitos. Para mí esta experiencia ha sido del todo intensa pues la he vivido como una oportunidad donde se me han mostrado muchas cosas que aunque ya sabía, las dejaba en el tintero. 
Lo que más me sorprende es lo mucho que me relajo cuando me acogen en el hospital. Siento que ya no me puede pasar nada, me siento a salvo y automáticamente, los síntomas disminuyen, lo que denota lo insegura que me siento ante las nuevas sensaciones corporales que surgen de todo el proceso y lo mucho que me afecta mi estado emocional y nerviosismo. Desde que terminé el primer protocolo de quimio y comencé con las nuevas pruebas mi ansiedad ha aumentado y con ello, alguna de las molestias abdominales, quiero estar relajada pero también debo aceptarlo como parte del proceso, así que paciencia y a vivir el día a día como mejor pueda. 
Causalmente, me puse malita el día antes de tener que ir al hospital Broggi a gestionar la laparoscopia diagnóstica que dirá si me operan o no. Creo que es tal el miedo que siento y las expectativas que he puesto en la posible operación que me bloqueé por completo. Jueves por la mañana, visita programada con la anestesista del Broggi, con dolor y sin saber qué hacer. Al final opté por mi salud, me fui de urgencias al Clínico que es donde me llevan desde el principio y anulé agobiada la visita. 
Tras unas horas de espera en urgencias me pasan y realizan una radiografía donde me dicen que se ve el intestino delgado por tramos estrechado y por otros, inflamado, por ello, me deberán realizar un TAC y seguramente, quedaré ingresada para poder controlar el cuadro clínico con sueros y demás. Cuando me dieron los resultados del TAC, los médicos ante un diagnóstico como el mío, todo es enfermedad, sugerían que la causa podría ser que hubieran implantes en mi intestino delgado y eso provocaba las suboclusión. Ante esto, me desanimé mucho, pues si fuera cierto que mi intestino está enfermo, puede que la operación no se pueda realizar. Pero me dio cierta luz y para qué hipotetizar, me agarré a la vida y pensé: "Ahora estás aquí, estás viva, te estás recuperando bien, tienes energía, buen humor, estás acompañada, te sientes querida, pues sea lo que sea que venga, será lo mejor. Confía". Y es que al final, no queda más remedio que seguir el camino de la mejor manera posible, y esa, es desde el amor y el agradecimiento de seguir vivos y con cierta calidad de vida. 
Me ingresaron en una habitación bastante confortable para lo que es habitual en el clínico (habitaciones viejas y minúsculas). Como compañera tenía a una chica de 38 años, toda una luchadora. Lo cierto es que se la veía bajita físicamente pero al hablar con ella, denotaba un espíritu fuerte y guerrero con el que me identifiqué completamente. Desde el principio tuve la sensación que mi ingreso tenía alguna función más que la de recuperar mi problema intestinal, algo me decía que estaba ahí para aprender alguna cosa, que al final fueron unas cuantas. Con mi primera compañera tuve también la sensación de ver en ella, un gran muro y vivir el sufrimiento, el dolor para adentro queriendo mostrar esa parte más fuerte y obviando mostrar esa otra más vulnerable que acompaña la incertidumbre y el miedo.  Parece como si dejar salir esas emociones significara que te estás rindiendo o no estás "luchando" y, ¡hasta aquí hemos llegado! No se trata de estar llorando todo el rato por los pasillos, pero ¡por dios, que asumir ciertas noticias desde la perspectiva médica donde parece que la enfermedad solo avanza y no cede, es muy jodido y te remueve a un nivel increíble! Pues si hay que llorar y cagarse en todo, por favor, ¡hagámoslo!, para luego, una vez más tranquilas, ponernos en el carro de la alegría de seguir vivas. Abdicar no significa que no se pueda salir y superar la enfermedad, sigo creyendo en los milagritos ¿por qué no? Nuestra vida está llena de pequeños milagros, el primero, nuestro nacimiento, así que, creo que toda situación tiene la mejor solución, aunque no sea la que nosotros queremos, pero seguro será la mejor. Así que deleguemos un poco a la vida y cojamos aire para continuar nuestro camino.  
Quedó libre una habitación en la planta de oncología escalera 8, planta 3 y me cambiaron a una de esas habitaciones canijas y feas donde desde la cama puedes darle la mano a tu compañera. Solo llegar me recibió un señora de unos 60 y pico años (al final eran 70) acompañada de su hermana. Ambas se parecían físicamente y hacían un tándem hermoso de complicidad y cariño. Solo llegar me contó con muchas ganas cuál era su situación, me sorprendió la necesidad que tenía de hablar y compartir. Me dejó muy claro que había tomado la decisión de no seguir ningún tratamiento y una vez en casa, seguir todo el protocolo paliativo. Había pasado por varios cánceres que había superado muy bien y después de 17 años  bien, se le reproduce uno y se pone la cosa fea, tan fea que ya no quiere continuar. Dice que está cansada, que los últimos meses han sido muy duros y que no quiere alargar a costa de tener poca calidad de vida. Dentro de la situación se la siente con entereza, con energía y nunca imaginé lo que iba a pasar en los siguientes días. Comenzó a tener dificultad para respirar, perdió el apetito, ya no se levantaba de la cama y se quejaba continuamente de tener dolores. En teoría se marchaba a casa el lunes y esto comenzó durante el fin de semana. En pocas horas se fue apagando como un pajarito, está claro que su alma ya había decidido marchar y se estaba dejando llevar. Los médicos ante no poder hacer nada más, comentaron a los familiares que la irían sedando progresivamente hasta que llegara su final. Y ahí estaba yo, en medio de esta situación.  Fue un shock pues me hizo revivir la muerte de mi madre, la cual la sedaron y no pude despedirme. Además, me enfrenté al miedo de ver la muerte tan cerca y lo más sorprendente es cómo lo viví. Tuve la necesidad de poder despedirme de ese ser humano, con el que me sentí conectada, fui testigo del clima de amor que se crea alrededor del ser querido que dentro de poco partirá, por muy duro que sea, es hermoso ver tanto y tanto amor. Esa persona parte en compañía de quienes la aman y ella lo sabe. Al hablar con ella, sentí mucha tranquilidad en ella, y mucho respeto. Coger su mano y poder decirle que me sentía agradecida de haberla conocido y no tener miedo, sino un respeto y un cariño indescriptible por lo que estaba pasando, fue un acto maravilloso y liberador. Lo más duro para mí era ver la tristeza de los familiares, ese clima de luto y despedida que se cala en los huesos. Dada la situación en tal pudieron me cambiaron de habitación, yo ya había hecho mi trabajo ahí y era momento de intimidad, hubiera sido insostenible el mantenerme más ahí. 
Mi tercera compañera, era una mujer de 57 años muy imperativa que tan solo llegar me marcó todas las normas de convivencia y lo cierto, es que lo primero que me provocó es sentir que ya era hora de salir del hospital.  Este último día me quedé voluntariamente en observación dado que me había cambiado la medicación de endovenosa a oral y quería ver si la toleraba bien. Pero estaba claro que ya tocaba irse pues se me hizo el día muy largo y con alguna crispación con mi vecina que me recordaba todo lo que no quiero ser.

La experiencia hospitalaria me ha hecho ver con más realidad esta enfermedad y como cada persona la vive. Es una enfermedad totalmente impredecible, hoy te encuentras bien y en unos días se apodera de ti y te deja K.O. No existe un patrón, ni una dinámica ni un sólo motivo que pueda explicar todos los casos. La causa es la propia trayectoria vital de la persona y se juntan tantas cosas, que es imposible el poder entender el progreso, en cada caso intransferible e único. 
Toda esta experiencia, ha sido intensa, ha sido reveladora y me ha hecho ver la mucha energía que tengo, un cuerpo fuerte que remonta los baches que nos vamos encontrando y un espíritu alegre que dentro del caos emocional que en realidad vivo, siempre me hace sentir que la vida es maravillosa, aunque me enfade con las duras pruebas que me pone. Porque, dejarse llevar llevar en estos momentos, no es sencillo. Todo el mundo te dice que fluyas, que vivas el presente, como si fuera ir al super a comprar...Al principio, lo intentaba todo el rato, y he descubierto, que fluir es no intentar nada, es dejarte ser como realmente eres, aceptar cómo vives las cosas y cómo vienen...

Por otro lado, todos estos días (bueno, desde siempre) me he sentido muy arropada, podría decir que en el hospital hasta en exceso, pues dentro que iba pidiendo compañía, llegó un momento que las aglomeraciones son algo agotadoras, y eso es algo a aprender a gestionar. Me doy cuenta que sigo con mi patrón de anhelo de cariño externo, las carencias de esa niña que se sintió muy sola de pequeña surgen ante situaciones de vulnerabilidad y pide, y reclama atención, una atención que ahora de adulta siento que ya tengo cubierta y ese patrón quedó obsoleto.  
Quiero dar las gracias a todas las personas que estáis a mi lado, colaborando de las más diversas formas. Cada acto es una flecha de cariño que llega a mi corazón y estoy convencida que es medicina para un alma que aún quiere seguir a modo terrenal. 

Conchi Gil 

Comentarios

  1. Da gusto leerte, qué bien sabes expresar emociones, sentimientos, calas en lo más hondo. Desde que te conocí siempre he pensado que es cierto esto de que tienes tanto "por dentro" que no sé cómo te cabe en ese cuerpecito! Un abrazo preciosa, te acompaño desde la distancia. Ojalá pueda verte pronto recuperada y visitándonos por el sur. Carmen

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  2. Pido para que permanezcas mucho tiempo más en este plano. Se te quiere. Amaia

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  3. Yo no tengo palabras para expresar lo que siento al leerte, al oirte expresar todos esos sentimientos. Ojalá sirva para que todas esas personas que como tu estan pasando por situaciones extremas, puedan encontrar un rayo de luz en su vida para sobrellevar la enfermedad y superarla con alegria y dignidad.
    Adelante amiga, tu puedes!!!
    Te quiero.

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  4. Lourdes Noguera Godia12 de noviembre de 2017, 10:11

    Conchi, tot el que escrius em tesina moltisim ,tu tens el poder de saber-ho expresar en paraules escrites.Tu tens la força i com deia el meu pare ,que ara tindria 105 anys i va ser un bon metge," no hi a malalties hi malalts i cada un es un cas especial i diferent";el meu cor i pensament estan sempre em tu i arribar a el dia que ho celebrarem.��

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  5. Conchi me encanta como escribes..consigues que el lector viva la experiencia y entienda a la perfección lo que estás viviendo..muy duro todo pero tu eres una luchadora y una campeona..mujer dr las mil batallas...a por todas!! Un besazo. Se te quiere un montón

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  6. Eres mi inspiración!!

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