Reflexión inicial ¿Por qué?


Aprendiendo a escuchar los susurros
Llega un día en que la vida te da un obligado empujoncito y te saca de tu área de confort, sí o sí.
Antes de llegar a esta situación tu cuerpo, tu inconsciente susurra mensajes que puede pasen desapercibidos, susurros que con el tiempo se convierten en gritos y finalmente se materializan en algo más complicado de gestionar y el empujoncito se convierte en una enorme patada en el culo que cuesta de entender, de digerir, de gestionar, de aceptar.
De golpe te encuentras ante una realidad que te sitúa en la cuerda floja de un malabarista donde tuya es la decisión de seguir el camino hacia el crecimiento y el aprendizaje o quedarte llorando con miedo a cruzar al otro lado. Dicho así, parece algo sencillo y obvio, pero en el inicio del proceso se te mueven todas las estructuras de tal forma que no sabes casi quién eres ni cuál es tu objetivo vital. Todo pierde el sentido.
La primera sensación que tuve ante el diagnóstico de cáncer fue de terror, de haber perdido el control de mi vida, de un punto y final enorme que me oprimía el pecho. Luego pensé lo injusta que es la vida y por qué a mí, si soy una persona buena que se preocupa siempre por los demás.  Me dio tal parálisis que comencé a tener fastidiosas y dolorosas contracturas en mis gemelos que me impedían andar. Me encontré paralizada ante la situación más difícil que he tenido que afrontar. He tenido tiempo, tiempo y más tiempo para reflexionar, para sentir. En un inicio parece un drama enorme y lo cierto es que lo pasé fatal. Pero viendo mi modus operandi habitual, en caso de estar a tope, me hubiera puesto a correr de tal manera que pienso no me hubiera concedido el espacio para la reflexión y la investigación de qué podía hacer yo como sujeto partícipe y protagonista de este proceso vital.

Ya en el inicio,  los descubrimientos han sido enormes:

Autoexigencia y parálisis 

Comencé con sentirme culpable de no haber escuchado suficientemente mi cuerpo, hacía meses que sentía que necesitaba concederme un espacio, cuidarme un poco más. ¿Y qué hacía?, pues me dejaba llevar por la misma dinámica de siempre pero encima con grandes autoreproches y machaques mentales de que tenía que hacer algo ante los cambios leves de salud que poco a poco iban surgiendo, que me había engordado, etc. Lo cierto es que la parálisis estaba antes de los gemelos, en vez de actuar y ponerme a dieta o buscar realmente esos espacios personales, me sumergía en hacer proyectos siempre dirigidos para cubrir las necesidades de los demás. Está claro, que me faltó algo de confianza en mi misma y que dentro de las montañas emocionales de mi pasado había algo que me impedía quererme, perdonar y perdonarme.

Desconexión

Los últimos años he aprendido a racionalizar mucho las cosas y eso está genial, mi mente es un ordenador de alta velocidad muy resolutiva ante infinidad de situaciones, pero también esa tendencia hacia la racionalización constante me ha llevado a desconectar en cierta manera de emociones, de necesidades que eran claves para mi integridad y salud emocional. 
Hay que ser coherente y no volcar nuestras necesidades en los demás, pensar que nuestro código de valores es el mismo para todos y que los demás actuarán tal y como lo haríamos nosotros. Si queremos algo, también lo podemos pedir.

Paces con la niña abandonada y la mamá gallina

Llevar el peso de tu pasado siempre es agotador. Siempre reclamando, rabiosa, esperando que me quieran, siendo encantadora para gustar a los demás. Esa fórmula había quedado obsoleta. Ya no tengo la necesidad de llorar en silencio y sentirme sola pues mi entorno es diferente. Reclamaba y no me dejaba ayudar. Reprimía mi rabia. Y dedicaba más tiempo a los demás que a mi misma, siempre con el discurso de "me sabe mal" o "es tan buena persona". Parecía que tenía la función de ir de salvadora o ayudante de descubrimientos de crecimiento personal. Hace unos meses descubrí que si realmente quería ayudar a los que me importan hay que darles el espacio para que elijan como hacerlo, o no. El poder de cambiar o mejorar es de uno mismo y cada cual hace su descubrimiento cuando está preparado para hacerlo.
Como conclusión, las cosas ocurren cuando somos capaces de afrontarlas, está claro, pero la próxima me pido una gripe. 


Reflexión Abril 2024


Las enfermedades es una manera  que tiene nuestro cuerpo de obligarnos a parar y darnos el espacio para reflexionar y ver que no acaba de funcionar en nuestra vida. 

Y así fue en mi caso, lo que describo como un problema de contracturas en los gemelos, con el tiempo descubrí que era provocado por una trombosis en la pierna que me generaba mucho dolor y curiosamente desapareció con el tratamiento con heparina tras la primera intervención. El desconocimiento me llevó a creer que era un problema muscular y en realidad, fue consecuencia del cáncer pélvico en estado avanzado. 



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