Realidades tras la operación

26 de agosto del 2015

Feminidad dormida

Las mañanas se hacen un poco duras. Me levanto rígida y con un millón de movimiento en mis tripas que me obligan a sentarme más veces al inodoro de lo que me gustaría, encima con poco resultado liberador.
Me ducho con pocas ganas. Lo cierto es que entro con más dificultad de la que salgo. Mi cuerpo agradece enormemente la limpieza matutina. Le sirve para desperezarse y en cierto modo, conectarse al exterior.

Después del ritual de aceites y cremitas, pasarme el secador por la herida y secarme el pelo, he decidido que vestirme. En estos momentos no es tarea fácil y hay pocas opciones. El atuendo debe ser lo más cómodo posible, que no roce la herida y que pueda combinar con unas bambas deportivas. No puedo ponerme sandalias, me duele el pie al andar, así que opto por la opción más práctica y dejo mi vena más presumida a un lado. Por suerte tengo a Miquel, que me recuerda a menudo que estoy guapa.

Después de toda esta preparación salimos a la calle aunque sea a dar una vuelta a la manzana. En mi situación es importante movilizarse, aunque no hay que excederse, lo justo para quitar la tensión y ayudar a la movilidad de los órganos internos.
A los 3 minutos de salir de la calle me ha pasado algo curioso. Tras pasar la arcada que separa la plaza donde vivo de la calle que sale al paseo de la zona franca, me he cruzado con una chica de unos treinta y pico años, con un look similar al que suelo llevar yo. Su cara marcaba tranquilidad y cierta alegría, su forma de andar era vital y saludable. Debajo de su pecho nacía una barriguita redonda y bien colocada, perfecta, le quedaba genial. Al pasar delante mio me ha invadido una sensación brutal. No he podido dejar de mirarla y la he seguido con los ojos, he visto su torso con esas caderas y glúteos típicos de una embarazada. La tristeza se ha apoderado de mí. Me he visto en ella, anhelando ese contexto. En dos segundos caían grandes lágrimas por mis mejillas y he sentido un dolor dormido y a la vez, el desahogo de llorar y liberar esa tensión.

He disfrutado del llanto y me ha sorprendido como de golpe, ante una imagen viva se me ha movido todo de tal manera, que se me abierto una puerta al alma, a esa parte inconsciente de los antiguos deseos aún no olvidados, aún no gestionados.

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