Cáncer y amistad

8 de septiembre del 2015

Encuentros y desencuentros, una reflexión sobre la amistad 

Antes de empezar a desarrollar lo que hoy ocupa mi mente, quiero dejar claro que en ningún momento este escrito tiene el objetivo de criticar o poner en duda las diversas formas de actuación de las personas ante ciertas realidades. Todas para mí son válidas y comprensibles. Cada uno de nosotros vivimos una realidad condicionada por unas creencias basadas en unas experiencias previas. La cuestión es que ante un fenómeno tan estigmatizado y temido como es enfermar de cáncer, cada cuál lo vivimos como podemos y sabemos. Ni más ni menos. Espero ante todo, que nadie se ofenda y en el caso de darse por aludido invitarle a la reflexión pues el objetivo es mostrar lo mucho que nos mueve algo que nos acerca a uno de los mayores miedos del ser humano, la idea de la muerte.
Ante la noticia del diagnóstico las primeras personas con las que hablé, lógicamente, fueron mis hermanos, padre y suegros. Luego, una vez había dejado de llorar y podía mantener una conversación, llamé a las que considero mis mejores amig@s. Desde ese momento me surgió, por un lado, la necesidad de contarlo, de poder compartir el dolor y por otro, de mantenerlo en silencio. No quería dar pena. Nunca he soportado que me tengan lástima. Pero ante una cuestión así, los sentimientos que surgen son totalmente contradictorios. Quieres que te mimen, te protejan y te den esperanza y también, que respeten tu espacio y puedan entender desde la comprensión como te sientes, sin excesos. Sin que las acciones de los demás mermen tu personalidad, tu espíritu.
Fue ahí, cuando me planteé por primera vez dentro de mi diversa vida social, con quién quería hablar del tema, con quiénes iba a compartir de primeras todos mis miedos, mis dudas iniciales.
Como no quería dar la noticia a través de una llamada o de un mensaje, quedaba en casa y una vez reunid@s, les empezaba a explicar. Hubo reacciones de todo tipo, hubieron lágrimas compartidas, abrazos energéticos, silencio por no saber que decir, miradas con un cariño increíble y apretones de mandíbula ante la impotencia y el temor de que vendrá. Posteriormente, también he podido observar el miedo o el surgir de un doloroso recuerdo dormido por alguna vivencia del pasado que queremos olvidar. Lo que está claro es que esta enfermedad lleva consigo un peso que con sólo nombrarla le pone a tu interlocutor una mochila en la espalda de su conciencia y lo complicado es cómo lo vamos a gestionar.
Y del resultado de la información surgen reacciones de todo tipo; y es que no es sencillo. Con un poco de humor muestro la parte más ambigua.  Los prudentes que no te quieren molestar y sus apariciones son escasas; los que hablar del tema les pone en un contexto muy incómodo, ya sea por miedo o desconocimiento, y prefieren bromear constantemente;  los que hacen suyo el problema, lo llevan tan mal que no te pueden casi ni ver pues les causa un dolor que les supera; los que esperan que si necesitas ayuda, ya se la pedirás; los que no nombran la cuestión y desvían la conversación pensando que te hacen un favor y así desconectas; los correctos en formas; los desbordados emocionalmente, se hundió el Titanic, Oh my god!; los que te cuentan algo peor para animarte,siempre hay historias más tristes; los que desaparecen porque no encuentran el momento para afrontar la visita. Y repito, no es fácil. No nos enseñan a gestionar estos procesos. Celebramos la vida y tememos la muerte a un nivel que nos bloquea de las formas más dispares.
Dentro de la misma moneda, hay quien lo lleva con más naturalidad. Personas que tienen clarísimo que ante casos de este tipo, hay que estar; personas que con sus mensajes de buenos días, han despertado diariamente una sonrisa en mi boca; personas que me han recordado qué lugar ocupo en su vida y, aunque no nos veamos a menudo, sigo siendo importante; personas que me han mandado sus mejores deseos desde el apoyo incondicional; personas que sus palabras son: ¿Qué necesitas? Estoy, y sus acciones les acompañan.
Ya sea cara o cruz, lo destacado es que nadie se queda indiferente. La energía que se genera es muy poderosa y hay que aprender a canalizarla. Las dos caras de la moneda son necesarias e importantes pues son la pura esencia humana. Como decía, no es fácil. Quiero agradecer todas las reacciones de mis amigo@ y conocid@s pues tod@s de una manera u otra, han hecho lo mejor que han podido-sabido en el intento de de estar y apoyarme.

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