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Mostrando entradas de agosto, 2015

Paseos observadores

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28 de agosto del 2015 Dicotomía generacional Ultimamente me fijo más en todo. Ir por la calle es recopilar fotos curiosas de acciones callejeras comunes y sensaciones climáticas de calor, del aire en mi cara, de la humedad de la ciudad y el olor de la gente sumergida en ella. La primera imagen que me encontré el pasado miércoles al salir a pasear fue un anciano con esas sillas-motos que les ayuda a movilizarse. Me hizo muchísima gracias el garbo con el que conducía su pequeño pero importante vehículo. Parecía que le daba un poder absoluto el maniobrar con esa peripecia el cacharro con ruedas. Al cruzarse con nosotros nos miró atrevido e hizo un pequeño acelerón en curva y todo. Esa visión me hizo recordar a los adolescentes con sus primeras motos. Esos ciclomotores reciclados y ruidosos con los que se van a levantar rueda y hacer carreras por la carreterra de la Rabassada. La actitud del abuelo con su suma de décadas no era muy diferente, la masculinidad no muere con los añ...

Realidades tras la operación

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26 de agosto del 2015 Feminidad dormida Las mañanas se hacen un poco duras. Me levanto rígida y con un millón de movimiento en mis tripas que me obligan a sentarme más veces al inodoro de lo que me gustaría, encima con poco resultado liberador. Me ducho con pocas ganas. Lo cierto es que entro con más dificultad de la que salgo. Mi cuerpo agradece enormemente la limpieza matutina. Le sirve para desperezarse y en cierto modo, conectarse al exterior. Después del ritual de aceites y cremitas, pasarme el secador por la herida y secarme el pelo, he decidido que vestirme. En estos momentos no es tarea fácil y hay pocas opciones. El atuendo debe ser lo más cómodo posible, que no roce la herida y que pueda combinar con unas bambas deportivas. No puedo ponerme sandalias, me duele el pie al andar, así que opto por la opción más práctica y dejo mi vena más presumida a un lado. Por suerte tengo a Miquel, que me recuerda a menudo que estoy guapa. Después de toda esta pre...

Diagnóstico e histerectomía

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Los susurros del miedo Existe una tendencia a justificar los acontecimientos como si vinieran dados desde fuera, como si las cosas que nos pasan sean un castigo por parte  de algo divino, de la mala suerte, del destino, etc. situándonos en una postura victimista donde parece que poco podemos hacer al respecto, volcando en manos de otras personas nuestro futuro, nuestra vida. Por suerte, nunca había tenido que tratar algún tema de salud grave con las eminencias en medicina. Seguía mi código de valores y esperaba cierto apoyo, ciertas palabras de confort que me ayudaran  a poder encajar las nuevas noticias. Pero lo cierto es que, cuando me reuní con mi doctor de referencia, parecía más que me hablase de algo estadístico que de una persona enferma. Todo eran probabilidades y posibles acciones a la ecuación resultante. En ese momento no necesitaba sólo eso, igual acompañando el mensaje con una mirada de cariño o de ternura me hubiera bastado para confiar en él y no desmoronar...

Reflexión inicial ¿Por qué?

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Aprendiendo a escuchar los susurros Llega un día en que la vida te da un obligado empujoncito y te saca de tu área de confort, sí o sí. Antes de llegar a esta situación tu cuerpo, tu inconsciente susurra mensajes que puede pasen desapercibidos, susurros que con el tiempo se convierten en gritos y finalmente se materializan en algo más complicado de gestionar y el empujoncito se convierte en una enorme patada en el culo que cuesta de entender, de digerir, de gestionar, de aceptar. De golpe te encuentras ante una realidad que te sitúa en la cuerda floja de un malabarista donde tuya es la decisión de seguir el camino hacia el crecimiento y el aprendizaje o quedarte llorando con miedo a cruzar al otro lado. Dicho así, parece algo sencillo y obvio, pero en el inicio del proceso se te mueven todas las estructuras de tal forma que no sabes casi quién eres ni cuál es tu objetivo vital. Todo pierde el sentido. La primera sensación que tuve ante el diagnóstico de cáncer fue de terro...